MenteFija

Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.

Solo de Dios depende nuestra salvación

Deja un comentario


Si consideramos que del hombre depende la salvación, nunca estaríamos seguros de haberla alcanzado. Siempre nos estaríamos preguntando si nuestras obras son los suficientemente buenas para agradar a Dios.

Si te consideras un pecador y quieres volver a tu Dios, ÉL te tratará como si nunca hubieras hecho mal alguno, te considerará justo.

Esto no es una teoría o un cuento, es un hecho. La sangre derramada por Cristo quita el pecado, perdona y justifica a los culpables. Dios es el que justifica. Lo hace perfecto y para siempre.

Romanos 8:31-34 “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.»

Con la justificación de Dios podemos vivir seguros, sin temor y responder a todos los rugidos de Satanás. Si Dios perdonó tus pecados, no hay poder en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra que te pueda acusar.

Romanos 8: 35-39: «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: “Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero”. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.»

Solo Dios puede justificar al hombre, pero ¿Cómo puede un Dios justo justificar al culpable?

Romanos 3: 21-26 “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. “

Podemos lograr entender esto: “la justificación por la fe en Cristo”, pero la dificultad radica en no poder dejar de pecar. No nos sentimos felices, ni sanos. Nuestra antigua naturaleza es muy fuerte y aunque intentemos con todas nuestras fuerzas mejorar, generalmente terminamos peor que antes. Tenemos interiormente bestias que nos devoran, aunque hagamos todo el esfuerzo por dominarlas.

No podemos vencer por nosotros mismos nuestra naturaleza pecaminosa.

Podemos creer que Dios perdonó nuestros pecados, pero a pesar de aquello vuelvo a pecar y mi carne sigue manteniendo la inclinación al mal. ¿Es la salvación defectuosa? Dios no puede, por su naturaleza, hacer nada imperfecto, por tanto, la salvación no solo nos permite alcanzar el perdón de pecados, sino que además purificarnos del pecado.

La justificación sin la santificación no sería ninguna salvación. Sería como llamar a un leproso limpio, pero dejándolo morir de lepra. Por tanto, Dios no solo nos quita las consecuencias del pecado, sino que además quita las causas del mismo.

Debemos de tener claro que Jesús vino a quitar el pecado de tres maneras:

  • Salvar de la culpa del pecado
  • Salvar del poder del pecado
  • Salvar de la presencia del pecado

Por tanto, la muerte de Cristo cumple con un doble propósito en nosotros: salvarnos de la culpa y de la contaminación (poder y presencia) del pecado.

Ezequiel 36:26 “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”

No podemos hacer nada por nosotros mismos y mucho menos buscar por nuestras propias fuerzas la salvación.  No podemos cambiar nuestro propio corazón, ni limpiar nuestra naturaleza pecaminosa. Pero Dios es poderoso para hacerlo, ÉL puede crear un nuevo corazón y hacer que nazcas nuevamente. Para Dios nada es imposible y puede cambiar el curso de nuestra naturaleza.

Hermanos, si utilizas todas tus fuerzas, todo tu conocimiento y aún todas tus ganas en dar solución a tu propia naturaleza pecaminosa, me temo que fracasarás en el intento. Solo Dios puede cambiar nuestro corazón.

Proverbios 26:11 “Como perro que vuelve a su vómito, Así es el necio que repite su necedad.”

Amén y amén.

Basado en Estudio del Libro «Totalmente por Gracia» (Charles H. Spurgeon)

Deja un comentario